Salud y economía. El coste de oportunidad.

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Debido a mi formación (Licenciado en Administración y Dirección de Empresas) normalmente suelo aplicar a otras áreas de manera lateral aquellos conceptos que me resultaron de especial interés durante mi formación académica. Esto no siempre es posible, pero cuando lo es, pueden surgir razonamientos de interés.

Un buen ejemplo de ello es lo que se conoce como coste de oportunidad. Se refiere a aquello de lo que un agente se priva o renuncia cuando hace una elección o toma una decisión.

En economía, el coste de oportunidad o coste alternativo designa el coste de la inversión de los recursos disponibles a costa de la mejor inversión alternativa disponible, o también el valor de la mejor opción no realizada. El término fue acuñado por Friedrich von Wieser en su Theorie der gesellschaftlichen Wirtschaft (Teoría de la economía social, 1914).

Esto se puede explicar de manera fácil con un ejemplo. Si has de hacer un viaje de 1000 kilómetros y no sabes si ir en tren o avión. Si vas en avión, tendrá un coste de 300 euros, pero tardarás 3 horas en total. Si vas en tren, el coste es 100 euros pero necesitarás 8 horas. El coste de oportunidad se podría medir en dinero (si voy en tren tengo 200 euros para gastar en el destino) o en tiempo (si elijo ir en avión, puedo hacer turismo esa misma mañana). Obviamente, la elección va a depender de factores externos como renta disponible o tiempo disponible. No es lo mismo ir una semana de vacaciones que un fin de semana.

Otros ejemplos podrían ser tomar una elección con respecto a si trabajar o estudiar, si estudiar un máster o no, si alquilar o comprar, si comprar un coche o no… Como veis, este concepto se puede aplicar a múltiples situaciones en nuestra vida. Conocerlo nos permitirá evaluar mejor las posibles opciones alternativas que pueden surgir ante una decisión, estratégica o no. En el ejemplo que os he puesto, otras alternativas no evaluadas podrían ser ir en coche, en coche compartido, en autobús, etc.

Y os preguntaréis, ¿esto se puede aplicar a temas de salud? Pues por supuesto que sí. Pocas cosas hay más multifactoriales que la salud, y pocas en las que la toma de decisiones sea tan importante. ¿Voy al gimnasio o no? ¿Pizza o ensalada? ¿Natillas o fruta? ¿Ceno o no?

Vamos a abordar el tema atacando los 3 pilares básicos de la filosofía Metabolevo: dieta, ejercicio y descanso.

Alimentación.

El coste de oportunidad en este caso se basa en la mejor de las elecciones que no realizamos. Uno de los problemas de la comida basura es el desplazamiento de comida real. Esto es, si comemos procesados no nos queda espacio ni ganas para comer la comida real que nos va a aportar las necesidades básicas de micronutrientes. Y esta carencia de micronutrientes básicos va a provocar desequilibrios internos que se pueden manifestar interna o externamente. No vamos a funcionar de manera óptima. Y quizás más hambre, ya que el organismo va a pedir cubrir esas necesidades. Y esa hambre va a traer más procesados, y más carencias.

Si fuéramos una empresa o negocio, para funcionar de manera óptima deberíamos ser muy eficientes en la toma de decisiones. En este caso, me parece muy importante la planificación. Poder definir de antemano qué vamos a comer y en qué proporciones, sin dejar hueco a la improvisación, es clave para poder funcionar mejor y ser más eficientes. Utilizar algún planificador puede ser una excelente idea. Pocas empresas o personas de éxito improvisan. Y es mejor imitar a personas o empresas de éxito, especialmente en planificación operativa a corto plazo. Esto me lleva a otro de los conceptos que trataremos en futuras entradas, el benchmarking.

Hay que pensar que la comida rápida y procesada está diseñada para ser muy eficiente en tiempo. Se puede almacenar largos periodos y consumir rápidamente. La industria alimentaria conoce nuestras limitaciones y necesidades, y aporta productos que incrementan nuestra utilidad en situaciones de escasez de tiempo o simplemente por comodidad de consumo y transporte o pura pereza.

Empoderarnos en ese sentido, con una buena planificación y siendo conocedores de múltiples alternativas saludables nos va a permitir disponer de una interesante batería de opciones para minimizar el coste de oportunidad negativo. Es mejor fruta que galletas, frutos secos que golosinas o chocolate negro que blanco. Siendo consciente de estas premisas, las mejoras a nivel de salud van a llegar a corto, medio y sobretodo largo plazo. Pero sobretodo vamos a ser conscientes de las estrategias de las empresas no saludables y qué nos quieren decir con sus mensajes. El conocimiento es una armadura, y en este caso a las amenazas externas hay que añadir las debilidades internas, por lo que el riesgo resultante aumenta. A más riesgo, más recursos. Otro concepto a desarrollar en futuras entradas.

La planificación es importante. Os recomiendo por un lado tener una lista de alimentos básicos a consumir (por ejemplo, 3 raciones de carne roja, 3 de pescado azul, 1 de órganos, etc.) e ir añadiendo y tachando en el organigrama para asegurar que no nos dejamos nada importante. Al acabar la planificación, podemos imaginarnos una gran mesa delante de la pared donde acumulamos todo lo que ingeriremos durante esa semana. Procura que tus desayunos no sean algo así:

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Otro momento importante para poder planificar es la compra. Tanto porque no falte nada importante, como porque no entre nada prescindible. Si has de salir a comer porquería siempre te va a resultar más difícil “pecar”. Barreras de entrada a la comida basura, siempre.

Dicho esto, recomiendo reservar espacio para alguna comida “trampa” que por un lado nos va a permitir un pequeño respiro para coger fuerzas, y por otro nos va a permitir no perder adherencia a aquello que no es tan bueno. Puede ser incluso beneficioso. Aplicar el Principio de Pareto puede tener sentido en este caso. Hay que tener en cuenta que la fuerza de voluntad es limitada, y la que liberemos la podremos dedicar a las otras áreas (descanso, ejercicio, ocio, etc.)

En resumen, saber qué comemos, cuando lo comemos y por qué lo comemos, y de manera planificada, nos va a permitir evitar “sorpresas” o amenazas que empeoren nuestro estado de salud a corto o largo plazo. Es nuestra decisión elegir una dieta saludable para ser más eficientes en el día a día, y para ello hay que plantearse siempre el coste de oportunidad de dichas pequeñas decisiones.

Ejercicio.

Una vez cubierto el principal pilar (alimentación), el segundo pilar a cubrir sería el descanso. En teoría, no es necesario un programa realmente agresivo para notar mejoras a nivel de salud, especialmente si tenemos cubierto el primer pilar. Simplemente aumentar la distancia diaria que caminamos puede servir, al menos inicialmente. Un estudio recomendaba 12.000 pasos diarios en niños. Lo ideal podría ser realizar al menos 13.500 pasos al día en adultos. Y distribuidos durante la jornada, esto es, no andarlos por la mañana y sentarnos 14 horas.

Para medirlos recomiendo alguna pulsera de actividad, tipo Fitbit, Iphone, etc. Si no os queréis gastar mucho dinero, a mí me funciona muy bien la Mi Band-2. Por poco más de 20 euros tienes un medidor de sueño y actividad la mar de interesante.

Lo ideal sería complementarlo con alguna actividad física de mayor intensidad. Y recomiendo empezar por actividades de fuerza (“pesas” o actividades en que levantas tu propio peso). El objetivo ha de ser mejorar la relación músculo grasa (elevando el metabolismo) y por otra parte incrementar el flujo calorías ingeridas – quemadas, elevado el punto de equilibrio. Nos va a permitir comer más, y como comeremos mejor, disponer de más variedad de micronutrientes.

El coste de oportunidad de no hacer ejercicio es claro, ¿no? No ir al gym y tomar una cervecita, no salir a caminar y ver una serie en Netflix, coger el ascensor en vez de subir por las escaleras… Esto es malo a largo plazo porque el cuerpo se acostumbra y acomoda. Como me dijo hace poco un experimentado señor, hay que salir de la zona de confort varias veces al día, pero cada día.

Descanso.

Hay mucho escrito con respecto a los beneficios del descanso. La sincronización de ritmos circadianos, tan comentada últimamente, y de la que muchos lectores de este blog ya deben tener conocimiento. Dormir es bueno, pero la opción alternativa, no dormir, es devastadora.

Es fácil de nuevo evaluar el coste de oportunidad… Una partida más y me acuesto. Una entrada más y me acuesto. Ese chat que nunca acaba… y acabas durmiendo 4 horas al día y yendo a dormir más alterado de lo recomendable.

Reservar 7-8 horas diarias al descanso, y llegar al descanso de forma planificada, sin excitaciones en las horas previas, es clave para poder rendir mejor. Toda máquina necesita mantenimiento, y en nuestro caso, uno de ellos es el descanso. Si somos eficientes en el día a día vamos a liberar tiempo para descansar, y vamos a ser más eficientes al día siguiente. Espiral positiva.

Para medir el sueño, una pulsera de actividad tipo Mi band-2 como os decía, es una buena herramienta. Los resultados son aproximados, pero se pueden establecer tendencias. Además, me permite despertarme de manera suave mediante vibración en la muñeca, evitando sobresaltos. De esta forma, no liberamos cortisol antes de tiempo.

Conclusión.

Somos esclavos de nuestras decisiones, y cuanto mejor conozcamos las alternativas posibles y sus consecuencias, más eficientes vamos a ser a nivel de salud. Actuar sobre los 3 pilares es necesario, pero también distribuir nuestra fuerza de voluntad de manera que podamos cubrir aquellos aspectos que son importantes. En el fondo, se retroalimentan. Mejor alimentación nos va a dar más salud y energía para hacer ejercicio, y vamos a descansar mejor. No es difícil, ¿no?

 

 

Metabolevo. Parte IV. El origen.

A finales de 2016 mi peso era de 83,2 Kgs. A finales de Junio de 2017, de 72,9 Kgs., mejorando parámetros de grasa acumulada y sobretodo sensaciones. Y comiendo más que nunca. ¿Cómo es esto posible?

Siempre tuve el vientre inflado. Cuando el perro (de unos 3 Kgs) se apoyaba en mi barriga, sentía un fuerte dolor. Si recibía un golpe era algo horroroso, no me podía ni palpar el vientre. Esto no es un estado natural del cuerpo. Es un síntoma. Una inflamación de bajo grado.

Mi piel presentaba múltiples eczemas. Pequeñas marcas rojizas en algunas zonas (pelo, nariz, orejas) que resultaban en descamación (caspa, restos de piel seca). Esto era otro síntoma.

Dolores de cabeza frecuentes, los gelocatiles e ibuprofenos volaban. Esto es otro síntoma.

Dolores de rodilla constantes, por la parte lateral exterior. Éste era otro síntoma.

Y si sigo pensando, seguro que soy capaz de encontrar múltiples síntomas. ¿Y por qué? ¿Qué cambié en este periodo de tiempo para decir adiós a estos síntomas? Pues la alimentación y el estilo de vida.

Yo era un sugar-burner. Un quemador de azúcar e hidratos. Esto, para una persona con mi genética, es directamente nefasto. Comer azúcares añadidos y harinas provoca rápidos aumentos de glucosa en sangre. En ese momento, el páncreas debe segregar insulina para contrarrestar estos aumentos. Como consecuencia, el cuerpo pasa a quemar principalmente azúcar en lugar de grasas. Como he comentado, voy a intentar no repasar estos temas ya que la literatura al respecto es muy amplia, y os puedo hacer llegar enlaces o estudios científicos. Solo tenéis que pedírmelos. En resumen, si comes comida real notarás una mejora general, incluso en alimentos con como la fruta con fructosa, cuyo impacto se minimiza por el efecto de la matriz alimentaria. Es por esto que no es lo mismo comerse una naranja que beberse un zumo. Pero hay otros beneficios de dicha matriz como son las sinergias entre componentes. Algo imposible de lograr con alimentos industriales, por más que se añadan compuestos aislados y se venda sus incontables beneficios para tu salud y su bolsillo.

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Estudiar esto me llevó al concepto del síndrome metabólico. Este concepto ha sido incluso reconocido por la OMS/WHO (ya se puede considerar evidencia) y lo sufren, en mayor o menor medida, gran parte de la población. El síndrome metabólico es un grupo de condiciones que te ponen en riesgo de desarrollar una enfermedad cardiaca y diabetes tipo 2. Estas condiciones son:

  • Hipertensión arterial.
  • Glucosa alta en la sangre.
  • Niveles sanguíneos elevados de triglicéridos, un tipo de grasas.
  • Bajos niveles sanguíneos de HDL.
  • Exceso de grasa alrededor de la cintura.

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Otros conceptos iban apareciendo delante de mí: resistencia a la insulina, dieta evolutiva o paleo, Ancel Keys, falsos mitos en nutrición, comida real y procesada, porcentajes de consumo de grasas, dietas para enfermedades autoinmunes… Podría llenar páginas a base de conceptos.

Así que decidí pasar a la acción y aplicar todo lo que aprendí en aquel entonces, realizando cambios notables en mi estilo de vida. ¿Qué cambios realicé? Pues los explico en la próxima entrada.

Metabolevo. Origen. Parte I.

Metabolevo. ¿Por qué Metabolevo? Empezaré por el principio.

Parte I:

Año 1996. Yo era un adolescente obeso. Desde que tengo uso de razón, fui un niño gordo tirando a obeso. Pero desde que empecé el instituto, allá por 1992, no había dejado de engordar exponencialmente. Para que os hagáis una idea, con 1.78 m de altura, pesaba más de 120 kgs. Digo más, porque la báscula “solo” llegaba hasta 120 kgs. Ver desaparecer la aguja a la derecha de una báscula que marca 120 kgs. no es el mejor de los entornos para crecer como adolescente. Calculo que llegué a pesar más de 130 kgs con 17 años y medio.

Mis hábitos alimentarios eran nefastos, incluyendo todo tipo de fritos, harinas, azúcares refinados, productos procesados, etc. Y prácticamente reduciendo a cero el consumo de frutas y verduras. Esto es así, pero en aquel momento era incapaz de verlo.

Con ese nivel de sobrepeso y esa edad, eres invisible. Es curioso, cuanto más ocupas, más invisible te vuelves. Y vas enterrando tu frustración y problemas en kilos y kilos de comida insana, que no hacen sino agravar el problema.

Comprar ropa es un suplicio. No es que nada te quede bien, es que es como comprobar lo que eres y en lo que te has convertido. No tienes ganas de arreglarte, de salir, de pasarlo bien. Esto afectaba en gran medida a mis relaciones sociales. En una época de comenzar a divertirse, salir, ligar, eso se vuelve impensable, como una muralla de varios kilómetros de altura que hay que escalar a mano. Y también afectaba a mi rendimiento académico, históricamente impecable, hasta el punto de repetir COU, el curso de orientación universitaria. Supongo que no era el tipo de orientación que necesitaba en ese momento.

Y me fue genial. No tenía ninguna intención de aprobar en septiembre. Sentí algo por dentro muy fuerte. Era el momento del cambio. De demostrar a todo el mundo que puedes hacer lo que quieres, que vales. Y en este caso, esa rebeldía solo podía demostrarse haciendo aquello que era imposible. Adelgazar.

La gente piensa que los obesos o personas con sobrepeso son vagos. No es así. Es la propia obesidad o sobrepeso la que provoca esa apatía. Es una gruesa cadena que hay que romper. La universidad de UCLA demostró en 2014 mediante un estudio en ratas que el consumo de comida considerada basura (la base de mi dieta por aquel entonces) hace que las ratas se vuelvan más vagas y apáticas.

http://newsroom.ucla.edu/releases/does-a-junk-food-diet-make-you-lazy-ucla-psychology-study-offers-answer

Y como el movimiento se demuestra andando, pues decidí llenar ese vacío existencial, social, académico y psicológico encerrándome en una biblioteca (yo fui a EGB) y devorando toda la información que encontré sobre nutrición y dietética. Por desgracia, la información y la pirámide alimentaria vigentes por aquella época eran erróneas, a la luz de lo que la ciencia ha demostrado en estos 20 años.

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Pero parece ser mejor comer mal que fatal, así que funcionó. Recuerdo desayunos de leche desnatada con Kellog’s (por garantizar el aporte vitamínico básico). Comidas y cenas ligeras de lechuga con algo a la plancha, y de postre melón. Mucho melón. Kilos y Kilos de melón. Y periodos de hambre atroz, especialmente a la noche, que solucionaba yéndome a dormir. Por lo que dormía 10-11 horas cada día.

También procuré aumentar la actividad física mediante la realización, primero, de ejercicios con pesas ligeras que luego, cuando mejoró mi movilidad, combiné con ejercicios de mayor peso y movimiento, como correr, caminar rápido, etc. No he realizado tanto deporte y actividad física como en aquella época, que curiosamente coincidía con la menor ingesta de calorías de mi vida.

Si lo hiciera ahora lo haría diferente. Lo que es incuestionable es que funcionó. Desde mayo del 96 a finales de septiembre logré perder algo más de 45 kgs. que al final del periodo fueron más de 60 kgs. Unos 10 kgs por mes, sintiéndome bien en todo momento.

Mi contacto con la gente durante este periodo fue bastante escaso, prácticamente de reclusión. Al volver en octubre a ver a amigos, el impacto fue brutal. Unos preguntaban si era yo, otros si había estado enfermo…

Pensaba que había ganado una guerra, pero simplemente era la primera batalla… (continuará).