Hay muchas maneras de plantearnos qué podemos hacer mejor y qué peor cuando nos referimos a nutrición y salud. Pienso que nutrición y salud van de la mano. Por una parte, recibimos una serie de cartas (nuestra genética) que van a marcar nuestra predisposición en muchos sentidos a nivel de salud. Pero por otra, si somos buenos jugadores (moldeamos nuestra genética y realizamos adaptaciones favorables a nuestro estilo de vida teniéndola en cuenta) podemos alargar la partida, y llegar hasta el final con buenas cartas.
Hay casos de tener una buena mano inicial y fastidiar la partida, y otros de ganar con unas malas cartas de inicio. Es más difícil lo segundo, pero ambos deberán mantener la atención durante toda la partida.
Conozco casos de gente con teórica buena genética con determinados problemas de salud que han desarrollado enfermedades de la civilización (ictus, infarto, aterosclerosis, diabetes tipo II, obesidad, cáncer, hipertensión, etc.)
Vamos a considerar que tenemos una mano ciega. Esto es, no podemos ver las cartas. Jugamos en base a nuestra experiencia. Hoy en día ya es posible analizar nuestros genes y detectar algunas predisposiciones y resistencias, intentando explicar por qué nos ocurren ciertas cosas. Pero no es algo extendido ni barato por el momento. Así que vamos a ir al peor caso, que siempre se podrá mejorar.
A la hora de analizar qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal, lo podemos reducir a 3 niveles. Esta es una primera aplicación de la Navaja de Ockham. Pero, ¿esto qué quiere decir?
Entre los conceptos que me interesan y se pueden aplicar a múltiples áreas, uno es la Navaja de Ockham. También conocido como principio de parsimonia, se debe a Guillermo de Ockham, un fraile franciscano inglés del S.XIV. Oriundo de Ockham, expuso que:
“Pluralitas non est ponenda sine neccesitate” (la pluralidad no se debe postular sin necesidad).
“Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem”, o lo que es lo mismo: las entidades no deben multiplicarse sin necesidad.
Con el tiempo ha derivado en que es mejor aceptar la hipótesis más simple como verdadera, ya que presentará menos supuestos no probados. La explicación más sencilla seguramente sea la más correcta. Y eliminar todo lo que hace ruido hará más sencillo el análisis de una situación.
Albert Einstein lo adaptó a su manera: “Todo se debe hacer tan simple como sea posible, pero no más simple”.
Los factores que inciden en nuestro estado de salud son múltiples y con interconexiones entre ellos. Como sería imposible analizarlos todos, vamos a reducirlos como decía a 3 niveles: dieta, actividad física y descanso. Esta sería una primera aplicación de la Navaja de Ockham.
En esta entrada empezaré hablando de la Dieta, dejando para más adelante los otros dos factores a tener en cuenta tras la simplificación:
Para mí es el más importante, aunque debe ser complementado y reforzado por los otros dos. De nuevo, son muchos los factores que inciden en que una dieta sea saludable y tenga efectos positivos en nuestro organismo, por la vía de mejorar el estado de salud y mantenerlo, mejorar las digestiones, mejorar el entorno hormonal, no crear el ambiente necesario para facilitar enfermedades, mantenernos en un estado activo y descansado, fomentar una microbiota sana que impida determinadas enfermedades y sea protectora, etc.
La mejor manera de actuar sobre todos estos factores es comer comida real. A partir de aquí y de la experiencia, se puede variar la composición de la dieta en busca de una mejora física y de salud, una mejor microbiota y una mejora a nivel metabólico y hormonal. Ya veremos cómo más adelante.
Comer comida real
Nuestro organismo lleva millones de años procesando una serie de tipos de comida y nuestros genes están perfectamente adaptados a ellos. Casi me atrevería a hacer un giro copernicano y decir que somos lo que somos gracias a lo que comimos. Por tanto, dejar de comer lo que nos ha hecho ser lo que somos no parece ser muy inteligente.
Nuestros genes cambian lentamente y, aunque ese proceso ha comenzado, es muy difícil que las adaptaciones realizadas sean suficientes para asimilar con garantías la comida procesada y especialmente la ultraprocesada. Si tras leer el enlace quedan dudas, hay que saber que también hay procesados saludables.
Por otra parte, como comentamos en otra entrada anterior, en poblaciones remotas que mantienen estilos de vida de cazador-recolector la prevalencia de enfermedades de la civilización es baja. Y, por ejemplo, tienen una magnífica dentadura. Y la introducción de la dieta occidental en este tipo de poblaciones es un desastre a nivel de salud, como por ejemplo en Nauru, el país con la mayor tasa de diabéticos tipo II del mundo.
Pensemos en micronutrientes y no en macronutrientes, pensemos en maximizar cada ingesta de comida a nivel de micronutrientes y pensemos que cada vez que comemos comida procesada estamos perdiendo una oportunidad de comer sano. No solo no logramos un beneficio sino que ampliamos la brecha perjudicando nuestra salud. Es lo que se conoce en economía con el concepto de coste de oportunidad. Por hacer un símil, es como si en baloncesto fallas un triple y en el contraataque el rival suma un triple. El coste real son 3 puntos en contra, el teórico son 6, los 3 fallados por una mala elección y los 3 sumados como consecuencia del rival.
En resumen, aplicando la Navaja de Ockham, podemos eliminar la comida procesada y ultraprocesada y aceptar la hipótesis simple de que la comida que nos ha hecho ser lo que somos es la que menos problemas va a presentar y, por tanto, nos va a proporcionar un mejor estado de salud física y mental que es la base para poder desarrollar y mejorar nuestro rendimiento y nuestras competencias.
En futuras entradas hablaremos del descanso y la actividad física como complemento a la dieta para la mejora del desempeño.
Gracias por leer hasta aquí y espero os haya gustado.