La nutrición es una ciencia joven. Mucho de lo que hoy se sabe era completamente desconocido hace apenas 20 años, cuando empezó mi camino que me ha traído hoy hasta aquí. Por ejemplo, la hormona leptina, clave para la inhibición del apetito (saciedad), no fue descubierta hasta 1994. La hormona grelina, relacionada con el apetito, se descubrió con posterioridad.
No voy a hacer un recorrido por la historia de la nutrición, ya que otros ya lo han hecho. Hoy se sabe que la recomendación de una dieta basada en pan, pasta, cereales, etc. no es lo más recomendable. Para mí seguro que no. Para la industria alimentaria es posible que sí.
Yo no soy dietista nutricionista. Soy autodidacta. Me gustaría serlo, y quizás en un futuro estudie la carrera, pero de momento prefiero seguir formándome por mi cuenta en lo que me interesa. No estoy seguro que lo que se enseñe en la carrera me satisfaga. Hoy en día hay muchas maneras de encontrar información. Internet es una gran biblioteca en la que navegar y aprender. El que no aprende hoy en día es porque no quiere. Y hay mucha gente que comparte su conocimiento generosamente (enlace). En los últimos 9 meses he leído cientos de estudios científicos, he aprendido de nutrigenómica, de genes ahorradores, de fenotipos, de vitaminas, de saciedad, de grasas saludables… pero lo mejor es lo que me queda por aprender, todo.
Mi relación con la alimentación es de amor-odio. Cuando todo lo que comes te engorda, cuando ves que casi no comes y engordas, cuando ves que vas a tener que pelear contra la comida toda la vida, esa relación se vuelve muy intensa. Es una atracción fatal. Siempre me he visto en el futuro obeso y con problemas de movilidad. Es lógico. Es mi genética y no puedo hacer nada. ¿Seguro? Ahora sé que no es así.
Durante el año 2016 noté que iba ganando peso. Siempre he hecho mucho deporte, incluso obeso, pero nada parecía funcionar. Alcancé mi tope en las navidades, con casi 84 kgs de peso, que si bien lejos de aquella obesidad pueril, me colocaba en valores de sobrepeso. Por suerte no abdominal, y con un buen nivel muscular, pero sobrepeso. Y eso no puede ser. O eso dice mi mente.
Aprovechando las vacaciones de navidad, decidí investigar y buscar la causa raíz a mi problema. ¿Y qué encontré? La verdad. Una verdad reveladora, una luz que me cegaba. Es fácil de entender cuando has estado buscando respuestas durante 20 años. De repente lo ves ahí, delante de tus ojos, y dices: Esto es! Y esto era, así que tocaba ponerlo en práctica.
Excepto algunos tristes problemas congénitos de nacimiento, la mayoría de la población nacemos atletas. El problema es que no ejercemos un desarrollo adecuado de nuestras capacidades. Es por eso que me atrae la antropología y el estudio de las formas de vida prehistóricas e incluso de tribus que no han sido occidentalizadas. No hay casos de obesidad, tienen mejores dentaduras, cuerpos atléticos…
Me resulta curioso y quisiera compartir el caso del Dr. Winston Price (1870-1948). Durante 10 años, el Dr. Price viajó a lugares remotos en el mundo para estudiar la salud de poblaciones que no habían sido afectadas todavía por la civilización occidental. El objetivo de sus investigaciones se centró en tratar de averiguar los factores responsables de una buena salud dental. Sus estudios revelaron que la caries dental y la deformación de los arcos dentales (que resultaban en dientes torcidos y amontonados), eran el resultado de deficiencias nutricionales y no de defectos genéticos heredados. Los elementos comunes que el Dr. Price encontró entre estos grupos nativos que se alimentaban de dietas tradicionales propias del lugar fueron: dientes parejos y hermosos, ausencia de caries, apariencia física atractiva, resistencia a enfermedades y buen temperamento.
Cuando el Dr. Price analizó los alimentos usados por estos grupos aislados encontró que, en comparación con la dieta americana de su época, éstos contenían al menos cuatro veces más vitaminas hidrosolubles, calcio y otros minerales; y, al menos, DIEZ veces más vitaminas liposolubles de origen animal, las que se encuentran en productos como mantequilla, huevos, mariscos, carne de órganos y grasa animal.
Verduras, frutas, carne de órganos, grasa animal saludable, marisco y huevos. Fácil, ¿no? Esta era probablemente la base de la alimentación de las civilizaciones primitivas, junto con algunas raíces. Por tanto, podemos añadir arroz, patata, yuca… Nos puede quedar algo muy equilibrado, pensé. Y por qué comer galletas, cereales, pan, harinas, azúcar… No tiene sentido evolutivo (enlace).
¿Qué le darías a un hipopótamo, cocodrilo o papagayo si tuvieras que alimentarlo? Lo que come en la naturaleza. ¿Y por qué das a tu hijo galletas para bebé, helados, dulces y otras porquerías? ¿Y por qué las comes tú? ¿Qué comeríamos en naturaleza con libre acceso a la comida?
Esto se sabe desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Pero no se aplicó por diversos motivos. También se ha escrito mucho sobre el tema, pero podríamos resumirlo en ciertos intereses de la industria. Es más eficiente fabricar algo envasado con ingredientes baratos y que caduque al año de fabricarlo. No habría supermercados, hay muchos intereses implicados. Sino que se lo pregunten a Ancel Keys… (enlace)
En el mundo oriental, y en las zonas tropicales en que el Aceite de Coco (saturado en un +/-85%) predomina en las dietas, las tasas de mortalidad por ataques al corazón son, simplemente, inexistentes. ¿No es alucinante? Esto no sale en la prensa ni en los diarios, y esa información está ahí. No sale en guías médicas. Y tardará un tiempo en salir. ¿Por qué esperar?
La dieta, para mí, es solo una parte del todo. Por eso nace este blog, para ponerlo todo en perspectiva. Pero de eso hablaremos en otra píldora más adelante.